Albert Costa

En 2002 consiguió el sueño de su vida: ganar Roland Garros. Aunque besó la Copa de los Mosqueteros, se colgó una medalla olímpica en Sidney 2000, ganó la Copa Davis como jugador y como capitán, y llegó a ser 6º en la ATP, tiene una espinita clavada de su época como tenista de élite. La descubrió hace poco, cuando le hablaron del doble servicio del TEC, deportivo y social, y se dio cuenta de que había desaprovechado un altavoz mediático para mostrar su faceta solidaria y ejercer de rol model. Como director deportivo del TEC está dispuesto a quitarse esa espinita y a ser un guía deportivo para una nueva generación de tenistas, a los que aporta su mentalidad competitiva y el ejemplo de que con talento, esfuerzo y humildad se conquista el Grand Slam.

Para él, el tenis es inteligencia por la cantidad de decisiones que hay que tomar en pocos segundos. Tras una infancia muy feliz en el Club Tenis Urgell de Lleida, entró como interno en la residencia Blume y, junto a tenistas de su generación como Berasategui y Corretja, formó parte del Grupo Bimbo, dirigido por Manuel Orantes y esponsorizado gracias al Programa ADO promovido por Carles Ferrer Salat. Ahora, en el TEC que lleva su nombre, tiene ganas de devolver la oportunidad, con su elegante revés y la misma pasión por el tenis que le hizo caerse al suelo cuando a los quince años se cruzó en un vestuario con su gran ídolo, Ivan Lendl.