En su primera foto con una raqueta tenía dos años de edad y era una de playa, con la pelota de esponja de la época. Las clases las empezó a los cuatro, en el Club de Tenis Andrés Gimeno y más tarde jugó en el Club de Tenis Hospitalet, donde veía entrenar a su ídolo, Emilio Sánchez Vicario. Un día, en el vestuario, pidió a su padre unas zapatillas nuevas y Emilio se quitó espontáneamente las suyas y se las regaló. Aún se le pone la piel de gallina cuando recuerda ese gesto, gracias al que se convirtió también en su ídolo personal y él pudo jugar con unas Reebok que llevaban inscritos los apellidos Sánchez Vicario.
Fue tenista profesional hasta los 18 años y llegó al puesto 128 del Ranking ATP, pero lamenta que el camino fuera duro por la falta de inteligencia emocional de algunos entrenadores. Desde que él empezó como entrenador, en el BTT del Club Esportiu Valldoreix, pone en práctica la empatía porque considera que es la cualidad más importante que debe tener alguien que entrena. Él lo ha hecho a varios jugadores, entre ellos Fabio Fognini, quién llegó a ser Top Ten. Selló el acuerdo de entrar en el equipo del TEC con un choque de puños, atraído por la oportunidad de formar a jóvenes promesas, con la sensibilidad y autoestima que a él le faltó. Sabe que combinar la exigencia del alto rendimiento con la calidad humana no sólo es posible, sino también necesario.