Beatriz García

Recuerda que al salir del colegio se quedaba ensimismada viendo las bolas pasar, procedentes de las pistas de tenis que había de camino hacia su casa. Empezó a jugar con ocho años en Torrent, cerca de Valencia, con una raqueta negra con colores tornasolados. A los 18 se marchó a Barcelona para entrenar en una academia y, tras superar un bache, ganó su primer torneo. En su estreno en la WTA, en el Tenis Turó, se rompió el ligamento cruzado y el menisco pero, gracias a su tesón y a una buena rehabilitación, volvió a la pista con unas ganas que la llevaron hasta el 146 del ránking. Otra lesión a los 26 años, esta vez en la muñeca izquierda -su principal baza al ser zurda-, le apartó del tenis como jugadora profesional. Cambió el tenis por los estudios e hizo un Grado de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte (CAFD) y otro de Fisioterapia, con el objetivo de ser buena entrenadora de tenis de alto rendimiento y conocer el cuerpo en profundidad, para prevenir lesiones.

De Valencia lo echa todo de menos pero sobre todo la paella de su madre, que tiene pendiente aprender a cocinar igual. Estar en el TEC le compensa la distancia, porque para ella se ha convertido en una forma de vivir, que extrapola a otros ámbitos. Por eso cada día llega feliz y derrochando energía, porque sabe que para ella el TEC es una oportunidad doble, de crecimiento profesional y crecimiento personal.