Carlos Aguilar

Uno de sus recuerdos de infancia es ir a ver las obras de la Anella olímpica de Montjuïc, los sábados por la mañana. Entonces no se podía imaginar que aquel edificio, que sus padres le indicaban como el que acogería a los que quisieran ser entrenadores de deportistas, acabaría siendo donde él estudiaría INEFC. Lo hizo años más tarde y convalidando asignaturas de su primera carrera, Magisterio especializado en Educación Física. En esa época soñaba con trabajar en el CAR de Sant Cugat, creado gracias al Programa ADO impulsado por Carles Ferrer Salat. Le gusta esta parte romántica del TEC que lleva su nombre y, en cierto modo, continuar su legado.

Antes de entrar en el equipo del TEC trabajó diez años como preparador físico en la Academia Sánchez Casal, durante su máximo esplendor, cuando el New York Times la calificó como la mejor academia de tenis del mundo y por ella pasaban jugadores como Murray, Kuznetsova, Hantuchova e Ivanović. Para él, el TEC es un mundo aparte de las academias, porque aquí los jugadores son los que deciden ser tenistas y se dejan ayudar para prepararse al máximo nivel. Durante su trayectoria ha sido testigo directo de la evolución de los gimnasios, en los que la maquinaria del tenis se ha ido poco a poco especializando hasta la máxima sofistificación tecnológica con la que el TEC se está preparando. Tiene integrado el hábito de actuar de forma solidaria con su entorno, pero no lo cuenta para no darse importancia.