Cuando aún no sabía qué significaban las raquetas, ya las perseguía. Incluso cogía las palas de los que jugaban en la playa para hacerlo él. Sus padres respondieron a ese instinto infantil apuntándole a un casal de verano donde se practicaba el tenis. Pasó por los clubs Reus Deportiu y el Tennis Park de Tarragona hasta que le llegó la beca de la Federació Catalana de Tennis. Allí le entrenó Albert Costa, aquel jugador que había visto ganar Roland Garros en las primeras imágenes televisivas que recuerda.
Ha sido tenista profesional hasta hace poco y la transición ha sido suave porque le llegó la propuesta del TEC. Siempre había tenido claro que quería seguir vinculado al tenis. Por eso no para de repetir lo contento que está con su cargo de entrenador y por serlo en una etapa clave para los jugadores, como es el paso de júnior a profesional. Para él, el tenis es una enseñanza de vida y se siente sumamente agradecido y realizado, porque su máxima ilusión era poder compartir lo aprendido y disfrutado gracias al tenis con jóvenes que, por su edad, le ven como un referente muy cercano. Le gusta que los jugadores del TEC valoren y aprovechen al máximo la oportunidad que les brinda la Fundació Ferrer Talent y que en los torneos les feliciten por su buena educación. Está convencido de que el énfasis que el TEC pone en el desarrollo personal y social de sus jugadores se refleja también en la pista.