Empezó a jugar al tenis a los cuatro años en el Club de Tenis Sant Boi, al que su familia se apuntó para ir a la piscina. A los diez, el Real Club de Tenis Barcelona le fichó como jugador y todo parecía ir bien hasta el verano que pegó el estirón. Fue tan rápido que desencadenó en una espondilolisis asintomática, una lesión que cree que se hubiera podido evitar con el seguimiento monitorizado que, actualmente, tienen los jugadores del TEC. Tuvo que dejar el tenis, pero el tenis no le abandonó. Seguir vinculado a él le ayudó a sobrellevar una situación familiar muy dura, durante la adolescencia, y siempre le estará agradecido por el foco que le aportó en aquel momento. Pasó por todas las posiciones de la escuela de tenis del RCTB hasta que llegó a ser su director, un cargo que combinó con el de director deportivo del club.
Ahora el TEC le permite ir más allá de lo conocido en el mundo del tenis, aportar su bagaje, visión estratégica y capacidad resolutiva. Le gusta liderar con el ejemplo y generando un buen clima laboral, en el que también contribuye su perro KAS, al que llama por el nombre de su bebida de limón favorita. Sigue prefiriendo el tenis de base al de las figuras consolidadas, porque le gusta poder descubrir a jóvenes talentos y seguirles la pista durante su transición hasta el circuito profesional, mientras disfruta de su juego más emocional, repleto de variaciones y sorpresas.