Liza es el único de su familia que se dedica al tenis, aunque sí que comparte el surf con sus primos Chillida, cuando está en la casa que los abuelos tienen frente a la Concha de San Sebastián. Aunque nació en Donostia, pasó su infancia entre Madrid y Barcelona, y fue en el Club Tennis Natació Sant Cugat donde empezó a jugar, llegando hasta el 300 de la ATP. Como jugador nunca aceptó la frase manida de que “para ser un buen tenista tienes que ser egoísta” y lamenta que en este deporte a menudo se hipotequen valores éticos en beneficio propio. Su apuesta siempre ha sido la competición sana y que cada uno asuma la responsabilidad de su juego.
Cuando pasó a ser entrenador quería transmitir esa visión del tenis en positivo, que no consideraba incompatible con la ambición deportiva. Para coger músculo y confianza para trasladar el mensaje, hizo un Máster de Gestión deportiva en el Johan Cruyff Institute. Con el TEC ha hecho match total porque ha encontrado la estructura perfecta donde materializar esta necesidad que siempre ha sentido de vincular el tenis profesional con la generosidad y la empatía. Como surfer, se siente conectado al océano y le preocupa la contaminación que ha encontrado en lugares tan dispares como Bali, Costa Rica y Canarias. Por ello busca maneras de colaborar con empresas y actividades que liberan el mar de plásticos porque cree que, igual que somos responsables de lo malo, también debemos serlo de lo bueno.