Desde que a los ocho años empuñó una raqueta por primera vez, en el Club El Tejar de Somontes de Madrid, quiso ser tenista. Y no sólo eso, quería ser el mejor. Para conseguirlo, a los diez ya entrenaba a diario en la Ciudad Deportiva del Real Madrid y se ofrecía como recogepelotas en torneos, buscando captarlo todo de su ídolo: Emilio Sánchez Vicario. A los 14 se trasladó a Barcelona y su aspiración pasó a ser ganar a sus coetáneos Albert Costa, Álex Corretja, Gonzalo Corrales, Carlos Costa… Y lo consiguió. Aunque al principio le metieran 6-0 y después 6-2, con su ambición y espíritu de superación, acabó ganando a Albert en la final de Roland Garros Junior y a Álex en un Master 1000 en Hamburgo.
Los recuerda como años de mucho esfuerzo, empeño y tesón. De levantarse de madrugada para encordar su raqueta, coger el bus hasta Castelldefels donde entrenaba y estudiar en la academia nocturna. Toda la fuerza que invertía a diario, sumada a su juego explosivo acabaron castigando su físico y su salud mental. Dejó de competir, pero el tenis sigue siendo su pasión. Montó una escuela en Madrid junto a Carlos Moyá y, en la edición de Wimbledon 2007, se incorporó como comentarista en Canal +. Desde entonces no ha soltado el micro y actualmente aporta su capacidad de análisis y de empatizar con el jugador en las retransmisiones de Movistar +. Las combina con el TEC, entrenando e inspirando a jugadores que están de torneo.